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[Video] Pedro y Salvador: una amistad que no distingue entre especies

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Piura: Un fotógrafo de Cura Mori y una alpaca de más de 80 kilos escriben una interesante historia de ayuda y compañerismo.

[Video] Pedro y Salvador: una amistad que no distingue entre especies
Un fotógrafo de Cura Mori y una alpaca de más de 80 kilos escriben una interesante historia de ayuda y compañerismo. La historia de amistad de Pedro y Salvador comenzó a escribirse hace cuatro años. Ambos caminan juntos por las calles del mercado de Piura, pero también han recorrido las plazas de Trujillo, Tumbes, Ayabaca, Motupe, Chota. Alguna vez llegaron a Aguas Verdes, en la frontera con Ecuador llevando consigo el arte de la fotografía. Han compartido experiencias, pero, sobre todo, han sido compañeros de trabajo y de vida. “Le puse ‘Salvador’ porque una de mis hijas, la menor, me dijo: ‘Papá, recuerda que él te ha salvado’; Es más que mi amigo, es como si fuera mi hijo”, admite Pedro. Pedro Elías Chiroque nació en Cura Mori (Catacaos) hace 33 años. Cuando apenas tenía tres, una poliomielitis le impidió caminar con normalidad. Esta discapacidad, en vez de entristecerlo, le permitió descubrir una pasión que se convertiría con los años en su fuente de sustento: la fotografía. Junto a este arte, también descubrió que la amistad no se limita a los miembros de una misma especie. “A los catorce años, a raíz de mi discapacidad, empecé a tomar fotografías en eventos sociales de mi pueblo. A los 25 años empecé a trabajar con animales auquénidos y sigo en esa labor”, cuenta uno de los protagonistas de esta historia. Salvador, alejado apenas unos metros de Pedro, observa el paso apurado de los transeúntes que van y vienen por las calles del Complejo de Mercados de Piura. Esta tranquilo. Solo contempla. Apenas se mueve y, por ratos, parece un modelo disecado de un metro cincuenta de altura.

Todo terreno

Salvador nació hace cuatro años, también en Cura Mori, pero sus padres eran del Cusco. Aunque se supone que las alpacas no son capaces de soportar climas tan calurosos como el de Piura, Salvador es un ejemplo de lo contrario: a pesar de su tupida lana, no se le ve quejarse. “Antiguamente, las alpacas también vivían en estas zonas; cuando los españoles llegaron y trajeron otros animales, relegaron a las alpacas a la sierra”, explica Pedro. “Me asombra –añade- que haya gente que no conozca [a estos animales]; a los niños les digo que lo cojan, que es un animal típico del Perú. Es un ángel. Estoy orgulloso. Mucha gente lo conoce, lo coge. Me preguntan qué animal es, de qué lo alimento. Eso me hace sentir bien”. Todas las mañanas, Pedro y Salvador viajan en una camioneta desde Cura Mori hasta el Complejo de Mercados. Una vez allí, Pedro se cuelga al cuello una cámara fotográfica y deja en el suelo una pequeña máquina blanca de plástico con la cual revela en tan solo segundos las fotos que los transeúntes deseen tomarse posando con Salvador. Salvador, ataviado con cintas de colores, adornos de lana y una silla de montar de cuero, aguarda con placidez a la clientela. Cada fotografía cuesta cinco soles. Al caer la tarde, Pedro y Salvador vuelven a Cura Mori, donde los esperan la esposa de Pedro y sus tres hijos, dos niñas y un varón. Salvador es, por así decirlo, el “cuarto hijo”, uno de más de 80 kilogramos.

El amor, ¿una excepción?

Mientras Pedro extrae una fotografía de su pequeña reveladora blanca, y mientras Salvador contempla la escena con suma tranquilidad, es inevitable pensar cómo algunas historias se convierten en la excepción a la regla. En un mundo en el que el ser humano es considerado “raza dominante”, las situaciones de maltrato e, incluso, de abuso son más frecuentes. Las horribles imágenes de un perro pequeño arrastrado por un mototaxista, hecho ocurrido hace solo unos días en Olmos (Lambayeque) aún nos estremecen. Sin embargo, Pedro afirma que su preocupación por Salvador es superior a la que uno podría sentir por una mascota. Es mucho más: “Salvador tiene cuatro años. En el 2016 yo tuve un accidente cuando viajaba a Ayabaca y ahí perdí a la mamá de él; entonces, mi hija, la menor me dijo: ‘Papá, te ha salvado, hay que ponerle Salvador’. Y así quedó”. Desde entonces, Pedro empeña gran parte de su energía y de sus ganancias diarias, en el cuidado de quien, en sus palabras, se ha convertido en su “otra pierna”. “Salvador come alfalfa, planta de maíz y la algarroba, que es un nutriente muy bueno, y los pastos de Piura; a diferencia de allá (Cusco), donde comen el icchu, acá comen la hierba de Piura. Gasto entre diez y quince soles diarios. Como es rumiante, en la mañana le pongo su paquete de pasto y hasta las siete está comiendo. Aquí también le traigo comida. En la mañana viene bien comido, porque si no empieza a masticar, a rumiar”.

Controles

En los últimos años, el tráfico y maltrato de diversas especies ha sido una constante en nuestro país. Afortunadamente para Pedro, las leyes animalistas no consideran a las alpacas como especies en peligro o sujetas a alguna reglamentación especial. En cambio, son consideradas como ganado y hasta animales domésticos. “Cuando salió la nueva ley del Serfor, yo estaba preocupado porque Salvador es mi amigo y, también, mi herramienta de trabajo, pero la ley no los coge [sic] porque es animal doméstico. A los pájaros, monos, otorongos, sí. Me acerco a Senasa, que es la autoridad competente, para que me dé el pase y poder viajar. Lo examinaron. Cada vez que lo ven me felicitan porque está bien cuidado”. Mientras Pedro sigue disparando su cámara y Salvador replica su serenidad a cada instante, el clima empieza a cambiar y la tarde, a caer. Finalmente, Pedro y Salvador caminan juntos hasta la camioneta que los ha de llevar de vuelta a casa. Una jornada más que, si pudieran, concluiría con un abrazo de amigos, sincero, desde el alma.
Victor José Palacios Elera
Editor web de El Tiempo y La Hora.
Foto de perfil de Victor José Palacios Elera

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