Los piuranos que tienen vehículos y quienes hacen servicio público de transporte viven hoy un viacrucis a causa del deterioro de casi todas las pistas de Piura y Castilla. Hay vías que fueron reparadas a fines del año 2022, pero con las primeras lluvias del ciclón “Yaku”, el asfalto se desbarató como galletas remojadas, como ocurrió en las vías de Santa María del Pinar. En el centro de Piura pasó lo mismo. En Castilla, las avenidas principales que soportan el flujo diario de cientos de vehículos, tuvieron igual fin. Hoy son vías tortuosas para el tránsito por los desniveles, huecos y desagües derramados (algo que casi a diario sucede).
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El problema, además de dar una pésima imagen como ciudad, genera al piurano muchas pérdidas. Primero el tiempo de recorrido de un punto a otro se alarga hasta media hora, solo por los benditos huecos. Se pierde combustible, los vehículos sufren de roturas de suspensión, desgaste de llantas y demás daños que ocasiona el mal estado de las pistas y que significan gastos y pérdida de valor de los vehículos.
Y si esto no es suficiente, la polvareda que se levanta pone en riesgo la salud de lo ciudadanos que respiran diariamente su dosis de polvo y que les ocasiona, además, conjuntivitis.
Se sabe que el Gobierno Regional está proyectando la recuperación del casco urbano de Piura, pero por la magnitud del proyecto, este, en el mejor de los casos, se concluirá en el 2025. Mientras tanto, los municipios de Piura y Castilla siguen en la lenta espera, pues no atinan ni siquiera a mejorar la transitabilidad de las zonas de mayor circulación. ¿Qué esperan? Nadie sabe responder.