Algo raro pasa en la PNP desde hace algunos años. Además del grosero manoseo por la compra de ascensos o la detención de algunos de sus efectivos por estar relacionados con delitos y hasta ser parte de bandas organizadas, se suman en los últimos meses una serie de escándalos que hunden más en el desprestigio a esta institución.
Los últimos escándalos han sido la cereza de la torta y empezó por el robo al equipo de seguridad del hijo de la presidenta Dina Boluarte. Los choros los dejaron sin armas y sin celulares… Un segundo escándalo que remeció los cimientos policiales fue el jalón de pelo que le dieron a la presidenta en Ayacucho… la seguridad, como siempre, miraba sus celulares.
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En Piura, la muerte de un joven a golpes en la comisaría de La Arena, revivió el rencor hacia los efectivos policiales por la brutalidad que emplean con los detenidos. Aún frescas las protestas por este caso, otro detenido muere en la comisaria El Obrero de Sullana. Dicen que se ahorcó, pero con los antecedentes, es obvio que la población y los familiares no lo creen. Otro caso, que da qué pensar, es el repentino cambio de los policías de Carreteras que incautaron 11 kilos de oro ilegal.
Lo sospechoso es que estos buenos policías (que sí los hay) se negaron a recibir una coima de hasta 80 mil soles. La orden llegó desde Lima para su rotación con lo cual deja la sospecha de que los mineros ilegales tienen conexiones de alto nivel. Todos estos “errores” y deficiencias en una institución que debe actuar con excelencia y honestidad, lejos del juego político, exigen que de una vez por todas se someta a una reorganización total.