Si se prueba que el joven chofer, Edgar Silupú Bereche, murió por los golpes propinados por los policías de comisaría de La Arena, estaríamos ante un flagrante delito de “brutalidad policial”, un término que se usa para referirse a diversas violaciones de derechos humanos cometidos por los policías en el ejercicio de sus funciones y pueden incluir desde palizas, insultos racistas, torturas, hasta el homicidio ilegítimo.
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En este caso hay evidencia de que allí se les pasó la mano a los policías porque de acuerdo a la necropcia practicada por el médico legista, Giancarlo Rodríguez, además del traumatismo encéfalo craneano severo (que según teoría y explicación dada por los policías, se lo hizo el propio detenido), el cuerpo de Edgar presenta politraumatismo a causa de objeto contuso, lo que haría tambalear la hipótesis policial de que el detenido se autolesionó.
No es la primera vez que detenidos mueren en las comisarías tras las golpizas policiales, lo que nos lleva a cuestionar hasta qué punto están preparados los efectivos policiales para lidiar con detenidos problemáticos o irascibles. ¿Se les agarra a golpes? ¿Se les veja o tortura? Al parecer algunos policías se dejan dominar por la ira y terminan originando las muerte de inocentes personas como Edgar, cuyo delito fue intentar manejar su vehículo en estado de ebriedad.
Ojalá las investigaciones determinen la culpabilidad de los policías y que la institución no haga espíritu de cuerpo, pues no basta con cambiar a los policías, también requieren de capacitación y entrenamiento para operar en situaciones de violencia como la ocurrida en La Arena.