El trato a los extranjeros supone un tabú, pocos periodistas y pocos medios se dedican a investigar qué se debe hacer frente a aquellos visitantes indeseados que se dedican a delinquir y a matar aprovechando la proverbial hospitalidad peruana, una hospitalidad que muchas veces mezquinamos a nuestros propios connacionales.
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A nosotros no nos tiemblan los dedos para decir que el censo de extranjeros no debería siquiera estar en debate: es urgente que sepamos quiénes son estas personas, qué quieren, por dónde se mueven. No es que el Perú se haya vuelto supernacionalista o xenófobo: es el miedo de miles de familias, de los agraviados, de las víctimas, lo que obliga al Perú a tomar medidas para hacer respetar la localía y honrar la casa.
Sin embargo, somos conscientes que esto no basta. La Policía también necesita un urgentísimo cambio de mentalidad y olvidarse que solo con traer más agentes dinoes ya están solucionando la inseguridad. Hace falta que la Policía recupere la investigación, que se haga verdadero trabajo de criminalística no solo para resolver casos, sino para establecer las modalidades delictivas y crear una fuerza preventiva. Aquí matan y la Policía llega a las dos horas solo para constatar lo obvio; de la Fiscalía, ni hablemos pues apenas hay tres representantes por semana que, a fuerza de cumplir con las diligencias, terminan ordenando levantamientos de cadáveres por WhatsApp.
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Si no mejora esto, el empadronamiento solo habrá sido un intento bienintencionado pero inútil.