Editorial: Dos países
abril 6, 2024
Autor: Luz María Ramos Culquicondor

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existen dos países: el de la «alta política», en la que se mueven ministros, congresistas y presidentes; un nivel de política que no se acuerda de lo que hay bajo sus pies y, para matar el aburrimiento que causa el poder, se entretiene en discusiones de relativo valor, como los relojes de Dina Boluarte, los lances de fan enamorado del gobernador de Ayacucho, las desafortunadas compras de relojes piratas de quien fuera presidenta de Indecopi y las iras santas de algunos congresistas que si no tienen el micrófono al frente son incapaces de expresar una opinión.

Existe otro país en el que domina la «baja política», la del pueblo, la de los que demandan agua potable y desagües, colegios de calidad aceptable y que sus esquinas no sean los eternos escenarios de balaceras y matanzas. Es la política de la gente sencilla que aspira a vivir como eso, como gente, como ciudadanos, como personas humanas. Lamentablemente, a pesar de que su clamor es diario, las voces de este grupo humano parecen pequeñitas, inaudibles para los que, instalados cómodamente en la planta alta del Perú, terminan tomando decisiones basadas en ridiculeces como el blindaje político y judicial. Usar el poder para servirse parece la consigna.

¿Qué podemos hacer aquellos que, por capricho del universo, habitamos el primer piso -o, incluso, el sótano- de la política? Seguir clamando, seguir gritando, seguir golpeando la puerta. No hay peor lucha que la que no se hace, ni peor derrota que aquella ocasionada por nuestro desinterés en nosotros mismos.

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