La corrupción y delincuencia sin control son dos de las preocupaciones de los piuranos. Sobre lo primero, muchos proyectos y obras públicas siguen siendo canibalizadas y también postergadas por la burocracia y la ineficiencia en las instituciones; mientras los pocos proyectos en proceso de ejecución ya tienen sobre ellos a la jauría de extorsionadores que bajo supuestas fachadas de “desocupados de construcción”, exigen cupos de trabajo y parte del presupuesto como garantía para terminar una obra. «Chalequeo» le llaman.
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Y es esta corrupción e inseguridad las que afectan contra la masa laboral y los sectores de venta y servicios de construcción. Con razón, el presidente de la Camco Piura, afirma que en los próximos seis meses se restringirá la inversión pública a cero, mientras que la inversión privada hace tiempo que dejó de mirar a Piura como destino para sus inversiones.
Es más, las voraces bandas de extorsionadores que se han reproducido como garrapatas a falta de eficiencia de las autoridades policiales, están obligando a muchos negocios, pequeños y a los emprendedores, a cerrar sus emprendimientos porque sus exigencias son inconcebibles, como el pedir pagos de 10 y hasta 50 mil soles a propietarios de tiendas de abarrotes o talleres de diversos servicios, bajo amenaza de atentar contra su vida y la de sus familiares.
La realidad es que estos flagelos han sumido a la región en la crisis por falta de inversión y con ello fuentes de trabajo, y los que lo tienen por algún emprendimiento, deben pagar cifras abusivas. Ni los ambulantes del Complejo de Mercados se salvan.
¿Quién podrá defendernos?