El escándalo de los Rolex de Dina Boluarte no ha terminado como quisiera con la pobre e inverosímil explicación de la mandataria. Según reciente estudio de Ipsos, el 85% de los peruanos creen que miente y está inmersa en actos de corrupción. Tan solo el 10% piensa que Dina es honrada y un pobre 5% no sabe ni opina.
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Y no es para menos
La mandataria seguramente cree que los peruanos son tontos y que se tragaron el cuento de que los relojes carísimos fueron prestaditos y sin ningún tipo de “interés” por parte del gobernador de Ayacucho, Wilfredo Ascorima. La dichosa encuesta solo confirma que los peruanos no le creen y por tanto, dudan de su honorabilidad y de todos sus actos que haya hecho y hará en el futuro.
Lo preocupante, sin embargo, es el nivel de permisividad del peruano ante evidentes hechos ilícitos de los políticos nacionales que se sintetiza en: “No importa que robe, pero que haga obras”. Y preocupa porque al parecer el peruano ha perdido su capacidad de indignación ante graves hechos de corrupción (en otro país, ya hubieran llenado las plazas), sobre todo de quienes representan al país, aquí y afuera. Pareciera como si la corrupción se ha normalizado es natural que ocurre y seguirá ocurriendo en nuestra folclórica política nacional.
Y de esa pasividad se valen los políticos para desde el Congreso aprobar leyes favorables a sus intereses particulares y partidarios. Algo peligroso para la democracia y el desarrollo económico y social del país, pues hasta la presidenta ha entrado en ese ladino juego que lo único que hace es desprestigiar más la política. ¿Alguien le creerá después?
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