Solo quienes enferman o tiene algún pariente aquejado de un mal que requiere atención médica o internamiento en un centro de salud pueden dar fe del drama y humillación que sufren en los hospitales de Piura, sean o no asegurados, porque la atención, como si se hubieran puesto de acuerdo, es casi la misma en ambos sistemas de salud.
Todo empieza desde la consulta que demora hasta tres meses en hacerse realidad en los asegurados. Y si se tiene suerte, los análisis demoran otros seis meses más; y si se requiere de alguna operación los plazos se extienden por tiempo indefinido, de tal forma que el paciente, al final, termina por endeudarse con una clínica particular si antes no pasa a mejor vida esperando atención.
Y esto es solo el inicio: conseguir medicinas es otra odisea así que cualquier paciente debe hacer su pollada con anticipación para comprar luego sus medicamentos porque en farmacia le dirán siempre que no hay. A esto se complementa la atención denigrante que reciben los pacientes de parte de enfermeras y médicos, quienes tienen el erróneo concepto que están haciendo un favor o regalando una atención médica, cuando ellos viven y cobran un sueldo de los aportes de los asegurados.
Las carencias e insensibilidad es tal que ahora en una misma sala de obstetricia, por ejemplo, donde deberían estar mujeres, hay hombres y hasta adolescentes.
Otros pacientes deben permanecer en las puertas y pasillos a vista de todo el mundo. La salud en Piura es un desastre y mucho más el indigno trato que reciben quienes han pagado de su sueldo, toda su vida laboral, una atención médica.