La indignación debería rebalsar en los piuranos, debería convertirse en el motor que necesitamos para volcarnos a las calles y así como lo hicieron transportistas, agricultores y familias enteras para protestar por el alza de diversos productos y la crisis económica, protestar ahora por la inseguridad que está avanzando de manera exhorbitante.
Deberíamos empatizar con la familia de Sandra Palomino y acompañarla en la vigilia que ayer realizaron para exigir justicia. Debería dolernos su pérdida, porque si el viernes por la noche fue Sandra, mañana podríamos ser nosotros o alguno de nuestros seres queridos.
La violencia en las calles está incontrolable, pero al parecer la Policía no lo ve, no lo entiende o no quiere reconocerlo, porque reconocer que los delincuentes han tomado las calles, es como reconocer que les están ganando la batalla o ya se la ganaron hace tiempo.
Y lo peor de todo, es que más allá del pedido de Emergencia que hacen algunos alcaldes, y por el cual se han desatado varias críticas, no existen más propuestas. Porque si la Policía no quiere que el Ejército salga a las calles, o los opinólogos señalan que no es prudente y los soldados no están capacitados, entonces por lo menos tómense el trabajo de plantear alternativas de solución, porque nos están matando, están arrebatándole la vida a personas inocentes que solo quisieron proteger sus pertenencias.
El pecado de Sandra fue resistirse al robo, hecho que quizás lo hizo sin pensar, como una reacción propia de un ser humano, sin embargo eso le costó un disparo en la cabeza. Hace unas semanas atrás pasó lo mismo con el sobrino de Meleque Suárez, por resistirse a que le roben su mochila, asesinato que hasta la fecha no se ha resuelto. ¿Se resolverá este crimen ahora?
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