Al ritmo que van las extorsiones y lo lucrativo que resulta este delictivo negocio para la gavilla de zánganos delincuentes, es probable que -si no se le pone un alto con energía-, terminen por extorsionar a las madres de familia y hasta a los escolares.

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hora han puesto la mira en todo emprendedor, ni siquiera el vendedor de tamales se escapa, y menos quienes tienen una pequeña bodega para subsistir, un taller de soldadura, una panadería.       

Incluso el zapatero remendón paga «cuota».           

La consigna de estos malvivientes es que todo ciudadano debe pagar por vivir y respirar en Piura para que ellos vivan y se den lujos y gustos que deseen.

Y detrás de estas extorsiones, que utilizan en muchos casos el terror de las balas, las coronas fúnebres o la dinamita para amedrentar a sus víctimas, hay bandas organizadas y sujetos de barrio que han detectado lo lucrativo que puede ser este negocio para vivir sin trabajar.                                     

Los medianos empresarios son los que denuncian el acoso; sin embargo, los pequeños bodegueros y entusiastas emprendedores se quedan callados y acceden a pagar porque son pequeños montos, como ocurre también con los ambulantes del Complejo de Mercados que deben «matricularse» para trabajar y tener

«protección» en las veredas y pistas.                                 

El problema es grave porque no solo atentan contra el trabajo y esfuerzo de los emprendedores por sobrevivir, sino que afecta el emprendimiento y la economía en general.

Muchos han optado por cerrar sus negocios por el monto excesivo que exigen los maleantes con lo cual se pierden puestos de trabajo, tributos y retrae la economía.