El Perú no tiene aviones, helicópteros ni capacidad operativa suficiente para atender los incendios forestales que están ocurriendo en este momento. En ese sentido, nos resulta dudosa la afirmación del premier Gustavo Adrianzén, de que el 60% de estos eventos destructivos han sido controlados; y nos parece preocupante que, en vez de potenciar nuestra capacidad de respuesta ante desastres, se prefiera entregar 750 millones de dólares a Petroperú solo para evitarle al Gobierno una vergüenza más.
De acuerdo con el cálculo del presidente del Congreso, Eduardo Salhuana -que no es precisamente un enemigo de la señora Boluarte-, a la fecha se ha inyectado 8 mil millones de dólares a la empresa pública más nefasta y deficitaria del país. Algunos alcaldes, como el de Talara, deben estar contentos con esta dosis de billete, pues sirve para volver a inflar la ilusión de bonanza a pesar de que esta piel de pronto rejuvenecida de la petrolera es solo la cáscara de la podredumbre institucional más grave de las últimas tres décadas.
¿Por qué el Gobierno escoge salvar a una empresa que se arrastra al mar con una roca atada al cuello, en vez de rescatar un bien mucho más importante, como son las hectáreas agrícolas? Solo en la región, han ocurrido más de 40 eventos de ese tipo entre enero y setiembre, pero ello no es prioritario. Mientras tanto, el ministro de Energía, Rómulo Mucho, asegura que, de recuperarse al 100% Petroperú, tendrá 40 años más de vida. ¿Cómo es posible esto si, según estudios independientes, al petróleo peruano le quedan dos décadas menos? Las matemáticas están torcidas.
