La noche del miércoles 8 de noviembre fue un claro ejemplo de cómo un acto netamente deportivo, por la irresponsabilidad de algunos dirigentes puede pasar a convertirse en una bomba de tiempo, en una pistola cargada en manos de niños inmaduros.

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La posibilidad de una tragedia se marcaba en cada segundo que el estadio Alejandro Villanueva permanecía a oscuras, por el capricho de unos dirigentes que deberían ser sancionados e impedidos de ocupar cargos de este tipo durante algunos años.

Más allá de las rivalidades que pudieran existir entre los dos equipos, está el riesgo en que pusieron a los miles de asistentes -que no eran solo hinchas cremas, sino también de su propio club y de otros como Boys, Cristal, etc- pues dejar en la total penumbra este recinto y con el resultado adverso, daba carta blanca a los hinchas blanquiazules para desfogar su ira de cualquier forma, sin que pudieran ser identificados. 

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Las más de 60 cámaras de seguridad que inútilmente habían ubicado en todo el estadio de nada servían si hubiera pasado una estampida o catástrofe. Incluso el mismo plantel del club blanquiazul se puso en riesgo.

Las críticas han sido duras para Alianza, y de alguna manera hacen un llamado de atención a todos los actos y decisiones irresponsables que pueden opacar o empañar una fiesta deportiva como la del miércoles, a la cual no solo acuden hombres, sino familias. 

Esperamos, que por establecer un precedente y evitar futuros hechos de la misma índole, la Federación Peruana de Fútbol, el Ministerio Público y las instituciones respectivas apliquen una sanción y multa a la dirigencia en general, incluso sus mismos hinchas lo han pedido públicamente.