Conoce la triste historia de María Dominga, la señorita que vivía en el Bajo Piura, quien era aborrecida por su familia.
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Esta es la triste historia de María Dominga
En el caserío de Chato Chico, perteneciente al distrito de La Arena, vivía María Dominga Castro Castro, una joven pastora cuya vida estaba marcada por el sufrimiento y el desprecio de sus padres. Desde temprana edad, era obligada a pastar el ganado desde el amanecer hasta el anochecer, alimentándose apenas de frutos silvestres como guayabas y algarrobas. A pesar de los maltratos, María Dominga creció convirtiéndose en una mujer hermosa y de figura esbelta, pero su corazón solo albergaba el deseo de huir, morir o desaparecer.
Un día, mientras pastaba su ganado en un lugar desconocido, una misteriosa mujer de ojos azules y cabellos largos y ondulados se le apareció. La extraña le ofreció un trato: a cambio de uno de sus mejores chivos, le daría un cerdo gordo. María, temerosa pero tentada por la promesa, aceptó el intercambio. La mujer le indicó que dejara el chivo en una loma blanca de arena y que al día siguiente encontraría el cerdo en su lugar.
Al regresar a casa, sus padres descubrieron la falta del chivo y la castigaron severamente, dejándola fuera de casa sin comer. Esa noche, un hombre borracho y de mala reputación intentó abusar de ella, pero María lo repelió con fuerza, reforzando su odio hacia ese tipo de personas.
Al día siguiente, María regresó al lugar pactado, esperando encontrar el cerdo prometido. Sin embargo, en lugar del animal, descubrió una hermosa laguna cristalina llena de peces y rodeada de árboles frutales. Sorprendida, guió a su ganado hacia el agua, pero los animales se adentraron en la laguna y desaparecieron. María, desesperada, subió a una balsa y trató de recuperarlos, pero al llegar al centro de la laguna, esta se transformó de nuevo en la inmensa loma de arena conocido hoy como Médano Blanco.
María Dominga desapareció sin dejar rastro, excepto por las huellas de sus pies descalzos y las patas de su ganado, que el viento borró con el tiempo. Los campesinos que trabajaban cerca de la «Loma Blanca» afirmaron haberla visto por última vez en ese lugar. Sus padres, desesperados, la buscaron sin éxito. El padre, cegado por la ira, enloqueció, mientras que la madre murió de pena, lamentando demasiado tarde el valor de su hija perdida.
Con el tiempo, los pobladores de Chato Chico llegaron a la conclusión de que María Dominga había sido víctima de un encanto, desapareciendo para siempre en el misterio de la Loma Blanca. Su historia se convirtió en una leyenda que perdura en la memoria de los habitantes de La Arena, recordando a la pastora que encontró su destino en un lugar mágico y desconocido.