Los exaportantes a las AFP que padecen una enfermedad sufren el calvario de no poder acceder al Régimen Especial de Jubilación Anticipada (REJA) para poder retirar su dinero que aportaron.
El presidente de los exaportantes en Piura, Francisco Delgado de la Torre Ugarte, lamentó que en el país estén falleciendo exaportantes por enfermedades sin poder retirar su dinero.
Añadió que preocupa que la viuda o los herederos de los fallecidos, que no acceden al REJA solo puedan recibir el 50% de su dinero, pero en cuotas a través de una aseguradora.
“Reciben una miseria y si se mueren allí queda todo, la aseguradora se queda con el dinero”, agregó.
Delicados de salud
Explicó que quienes evalúan si el exaportante merece la jubilación anticipada por enfermedad es la misma AFP con sus médicos, o sea, “la AFP es juez y parte”. Y para que logren acceder a una pensión tiene que tener un cáncer terminal en grado 4, es decir que “te estés muriendo”.
“No puede ser así, porque hay personas que se dializan, hay personas delicadas del corazón, ¿y ellos qué?”, se preguntó.
Sin calificar
El caso de Katiuska Ojeda, una exaportante con problemas cardíacos, es un claro ejemplo de que las AFP lejos de devolverle su dinero para costear su enfermedad, por el contrario no calificó para la jubilación anticipada.
A ella la operaron a corazón abierto y necesita de recursos económicos para solventar los tratamientos y medicamentos. “No nos dejan tener una vida digna”, señaló.
Lobistas
Delgado criticó que este nuevo REJA le ha puesto candados con el respaldo de los congresistas, a quienes los calificó de ‘lobistas’, porque en lugar de proteger al exaportante, protegen los intereses de las AFP.
Insensibles
Cabe mencionar que este año falleció a causa de la diabetes Adán Llalli Guerrero, un exaportante a la AFP, padre de familia de 52 años. Se fue sin la devolución de su dinero.
Para la exaportante Ibeth Angulo lo ocurrido con Adán Llalli nos alerta respecto a una preocupante pérdida de sensibilidad que merma la inteligencia y llega incluso a soslayar y violentar los derechos más básicos: vida, salud, educación.
“Adán no solo no podía acceder a su fondo, sino que estaba privado de decidir qué uso dar a este patrimonio. Tampoco terminó sus días con una vida digna, pues estuvo postrado y enfermo, y fue además testigo del abandono de los estudios por parte de su hijo, quien tuvo que empezar a trabajar para conseguir el dinero demandado por las circunstancias familiares”, subrayó.