El impacto mundial generado por la pandemia de la COVID-19 ha tenido significados variados para cada sociedad. Es sin duda una crisis sanitaria a nivel global, donde la capacidad de los sistemas de salud de cada nación fue puesto a prueba. Como así también el compromiso social y la habilidad de los gobiernos para enfrentar crisis de semejante envergadura.
En muchas regiones del globo, sin lugar a dudas, y además de todo lo expuesto, los países se han visto en graves dificultades para sostener sus economías y evitar que el tejido social continúe desgarrándose. En Latinoamérica, la economía y sus inequidades han sido una dificultad que se han presentado recurrentemente. Por el caso, el Perú, una economía que venía de una fase clara y cierta en expansión, es cierto, ralentizada en los últimos años, pero en crecimiento indudable. No obstante, el año 2020 ha traído grandes y nuevos desafíos. Un ejemplo es la caída interanual de poco menos de un millón de tarjetas de crédito menos.
La situación durante el pasado año ha afectado gravemente el bolsillo de muchos ciudadanos que han debido salir a la calle a comparar préstamos personales para enfrentar deudas.
Según datos del Banco Mundial, el empleo cayó en el país en promedio un 20 % entre abril y diciembre del 2020, esto acompañado de un descenso del Producto Bruto Interno (PBI) del 11,1 %. El gobierno buscó paliar este contexto con un programa de compensación y asistencia económica que en muchos casos podrá funcionar como un salvavidas, pero sabemos que una economía precisa del empuje de los emprendedores, y éstos necesitan del financiamiento.
Como dato relacionado al financiamiento y que ejemplifica lo mencionado, podemos decir que en el último año la morosidad en los créditos de las tarjetas de crédito trepó del 4,37 % a más del 13%. Los programas del gobierno, por ejemplo, Reactiva Perú, han ayudado a generar un impulso para alimentar una esperanza, pero siempre será clave poder sostener el financiamiento de las pequeñas y medianas empresas para que generen inversiones. Como así también la posibilidad de los particulares para comparar préstamos personales y no sólo pensar en saldar deudas o sostener apenas la economía doméstica, sino también enfocarse en proyectos personales que promuevan el consumo y activen la economía.
Tras la desaceleración económica del 2020, se espera que el 2021 tenga un crecimiento próspero que deje atrás la recesión. La vacuna contra la COVID-19, tanto en el plano nacional como en el internacional, permite con su llegada pensar en las reaperturas, los movimientos y la esperanza del consumo en crecimiento. Por otro lado, combinado con políticas de incentivo económico, debieran funcionar como un estímulo para una mejora en el plano general.
El escenario para el presente año, debiera ser necesariamente orientado a sumar confianza y mostrar opciones. Como así también la posibilidad de acceder al financiamiento para buscar concretar proyectos postergados. Esto es esencial para sostener una fuerza económica productiva, que se transforme definitivamente en una oportunidad para la recuperación y despegue.
Fuente: La República