Comprar pasajes, hacer las maletas, planificar recorridos y luego lanzarse a la aventura de viajar son actividades del agrado de casi todo el mundo.

Viajar no solo carece de contraindicaciones, sino que tiene muchos y variados beneficios para la salud. Así lo han comprobado diversos estudios científicos, tal como se resume a continuación.

  1. Menos estrés y mayor bienestar emocional

La reducción del estrés parece el más evidente de los beneficios de viajar. Aunque sea una salida breve y a un destino no muy lejano, dejar atrás la rutina y el ritmo frenético de la vida en la ciudad permite desconectar, dejar atrás las angustias y disfrutar del presente.

Pero atención: la actitud es importante, porque también existe el llamado “estrés vacacional”, un estado de tensión ocasionado por los preparativos del viaje, las inseguridades y dificultades que este pueda deparar, la sensación de que el tiempo no será suficiente para hacer en el destino todo “lo que hay que hacer”, etc.

Así, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Muchos estudios refrendan estos datos, como uno realizado por investigadores de Arizona, Estados Unidos, según cuyas conclusiones las mujeres que se toman más vacaciones son menos proclives a estar tensas, cansadas o deprimidas e incluso están más satisfechas en su matrimonio.

  1. El cerebro, agradecido

Hasta hace tiempo se creía que el cerebro, a partir de la edad adulta, ya no se modificaba. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que no es así: las neuronas pueden crear nuevas conexiones, e incluso se pueden formar nuevas neuronas, a lo largo de toda la vida.

Situaciones tan simples como la necesidad de adaptarse a nuevas sensaciones, paisajes, sonidos, aromas, etc., hacer un mapa mental del lugar en que se está o tener que comunicarse en otro idioma estimulan el cerebro y lo vuelven más plástico y más creativo.

  1. Un corazón más fuerte y sano

Un estudio realizado en Estados Unidos determinó que viajar reduce el riesgo de padecer infarto de miocardio, sobre todo para las personas mayores. Las estadísticas indican que en los hombres que viajan con frecuencia las probabilidades de sufrir un ataque al corazón son un 21% más bajas.

Si bien los trabajos en este sentido se refieren en general a personas mayores, es claro que la actividad física derivada de los viajes es beneficiosa para cualquier persona, sobre todo para aquellas que llevan una rutina cotidiana muy sedentaria.

  1. Autoestima sólida

Todo viaje representa una suma de desafíos: desplazarse, habituarse a un sitio desconocido, relacionarse con su gente. Y cuanto más lejano es el destino, mayor el reto, ya que implica entrar en contacto con costumbres exóticas, idiomas desconocidos e, inevitablemente, problemas de diversa índole. Buscar los recursos para resolverlos y poder salir adelante potencia la autoestima como pocas otras cosas pueden hacerlo.

El viaje, además, es una fuente de futuros recuerdos y anécdotas que contar, por no hablar de las posibilidades que brindan en este sentido las redes sociales.

  1. Mayor amplitud para afrontar los problemas

En su libro  «Go Away Just For The Health of It2 (Vete lejos solo por lo saludable que es”), publicado en el año 2000, el prestigioso médico canadiense Mel Borins escribió: “Irse lejos contribuye a alejarse de las partes estresantes de la vida. Puede ayudar a mejorar tus perspectivas, a brindar nuevos puntos de vistay permite desarrollar nuevas estrategias de para afrontar los problemas”.

De eso se trata: cuando uno conoce otras realidades, toma distancia de su propia vida y puede ver los propios problemas en su verdadera dimensión.

  1. Viajar te hace feliz

El psicólogo Thomas Gilovich, catedrático de la Universidad de Cornell, Estados Unidos, tiene desde hace años un objeto de estudio: la felicidad. A partir de sus estudios, ha llegado a un conclusión que, de todas formas, mucha gente sabe o intuye: viajar proporciona mayor felicidad que comprar cosas.

La razón consiste en que los recuerdos almacenados, la suma de las experiencias, brindan un placer y un bienestar de largo plazo, mucho más tiempo de lo que dura la satisfacción que se siente al comprar algo.