Hace unos días, el jefe de la Región policial de Piura, Manuel Farias, recriminó duramente la labor de ciertos fiscales que en un abrir y cerrar de ojos dejan en libertad a peligrosos asaltantes.

La pugna entre policías y fiscales no es de ahora y razón no le falta porque es la Policía la que se enfrenta a los delincuentes y expone la vida de los efectivos, pero basta la orden de un fiscal para que los delincuentes atrapados con armas, croquis, con antecedentes penales, etc., ganen la calle rápidamente.
Y luego estos delincuentes se atreven, con amenazantes cartas notariales a los medios de comunicación que dieron cuenta de su arresto, a exigir rectificar la noticia de su captura, pues prueba de su “inocencia” es que están en libertad.

Otros van más allá y exigen reparación económica a su dignidad y reputación mancillada… “Soy delincuente, pero en este caso no tenga nada que ver”.

De allí que muchos medios echen mano del manoseado adjetivo “presunto”; colocar iniciales de los detenidos y cubrir sus rostros, pese a ser atrapados con armas de fuego.

Hay muchos casos en que los delincuentes entablan juicio e, irónicamente, ganan algunos. En otros casos piden exorbitantes sumas de dinero.

Es cierto, algunos jueces y fiscales ceden a la tentación (como el fiscal que acaban de atrapar en Lima, con 2 mil soles de coima), de allí que el Ministerio Público, con un alto índice de desprestigio, debería empezar a limpiar la institución y ponerse de lado de la justicia y defensa del ciudadano que desea vivir en un país sin asaltos ni crímenes, mucho menos de corrupción.